Joaquín Rivero, ciudadano de Lima, reconoce el color de las pinturas solo usando el olfato. Desde pequeño ayudaba a su padre a pintar todas las calles de la ciudad y por dicha práctica adquirió esta habilidad. Tan magnífico olfato tiene que predice si la pintura es de buena o mala calidad, incluso cuánto duraría bajo la lluvia.
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